Aprovechando la estancia en Bruselas, y sin saber qué hacer un domingo cualquiera, decidimos coger el coche e ir a Amsterdam a pasar el día, puesto que sólo está a dos horas conduciendo.
Nada más llegar, fuimos conscientes de que Amsterdam es una ciudad donde se fomenta el uso del transporte público. A penas hay parkings públicos, y dejar el coche en la calle un domingo nos costó 28.80€. El sistema de parkímetros nos pareció curioso, y es que no se deja el tiket en el parabrisas porque no hay ticket, al pagar en el parkímetro introduces la matrícula de tu coche y ésta ya queda registrada. Así que no os fijéis si el resto de coches tienen ticket para saber si hay que pagar, aquí eso no vale.
Con el coche ya aparcado nos dirigimos a la estación central, desde donde salen los tours de la empresa Sandesman, en español e inglés.
Desde allí nos llevaron al segundo punto de encuentro, que es en la famosa Plaza Dam, concretamente en el Monumento Nacional.
En la plaza nuestra guía Raquel empezó contándonos un poco de historia de la ciudad, como el antiguo ayuntamiento había pasado a ser el Palacio Real, o el origen del nombre de la ciudad: Dam significa dique en holandés, y Amster viene del nombre del río Amstel. También nos habló del Monumento Nacional, que está dedicado a las víctimas civiles de las guerras.
Tras una breve introducción a la historia de Amsterdam, nos dirigimos caminando hacia el barrio rojo, donde obviamente no sacamos fotos, y a pesar de ser las 14:00 ya había chicas trabajando, esperando en las famosas cabinas.
Y en pleno barrio rojo se encuentra la Oude Kerk o Iglesia Vieja, la iglesia más vieja de Amsterdam, que ahora ya no es una iglesia si no una especie de museo que incluso se puede alquilar para eventos.
Puede parecer algo extraño tener la iglesia en el barrio rojo, pero estaba todo pensado. Cuando llegaban los marineros a la ciudad tras largas estancias en el mar, cobraban sus sueldos y se iban directos a gastarlo al barrio rojo, después se pasaban un momentito por la iglesia para pedir perdón por sus pecados y aquí no ha pasado nada. Muy prácticos los holandeses.
Dejando atrás el barrio rojo y el barrio chino llegamos al Nieuwe Markt o Mercado Nuevo, en cuyo centro se encuentra una especie de castillo en miniatura que ahora es un restaurante, pero que antiguamente era donde llegaban los barcos con las mercancías para pesarlas. De ahí el nombre del restaurante, De Waag.
Seguimos caminando y atravesamos un barrio super colorido, nada que ver con la estética de la ciudad, que llama muchísimo la atención.
El motivo de esta estética tan diferente es que estamos en el antiguo barrio judío. Cuando llegaron los nazis este barrio quedó vacío, no vivía nadie, y durante la postguerra escaseaba la madera para hacer fuego y entrar en calor, así que los holandeses vinieron a este barrio donde no vivía ya nadie y destrozaron las casas en busca de cualquier cosa que pudiesen quemar. Más adelante reconstruyeron el barrio desde cero y este es el resultado.
Durante el tour también nos explicaron por qué muchas fachadas se ven inclinadas hacia delante, como si fueran a caerse. Esto está hecho a propósito. Y es que si nos fijamos también veremos unos ganchos en la parte de arriba de las casas. Estos ganchos se utilizan para colocar poleas cuando hay que subir muebles (o mercancías antiguamente) a las casas, de ahí que las ventanas también sean bastante grandes (además de para aprovechar la luz), y por eso las fachadas están inclinadas, para que sea fácil subirlas. Si entráis en alguna de estas casas veréis que las escaleras son estrechas y superinclinadas, no os gustaría tener que subir un mueble por ahí…
Además de todas estas cosas, nos contaron muchas otras durante el tour de unas 3 horas (con 20 minutitos de descanso), que me parece muy recomendable. Y aunque no hagáis el tour y vayáis por vuestra cuenta, Amsterdam es una ciudad encantadora y preciosa para hacer una escapadita de fin de semana.
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